Las brechas salariales, de escolaridad, ciudades inseguras a razón del género y discriminación laboral, son solo otros ejemplos de lo que significa ser mujer en El Salvador.
El 8 de marzo, día Internacional de la Mujer, no es un día para celebrar. Se conmemora la defensa de derechos, se recuerda que 144 trabajadoras perdieron la vida al incendiarse la fábrica textil en la que, desde su lucha por cambiar las condiciones precarias de trabajo, protestaban en Nueva York. Es así, un día que nos llama a hablar sobre los avances logrados pero también para pedir más cambios, todos aquellos necesarios para un pleno ejercicio de nuestros derechos, además de aplaudir toda la valentía y la determinación de todas aquellas mujeres que han jugado un papel clave en la historia de sus países y comunidades.
En El Salvador, a pesar de haber dado pasos importantes en relación con políticas públicas a través de marcos regulatorios y propuestas programáticas, es necesario señalar que hay inmensas deudas pendientes. De acuerdo con el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), en su Mapa de embarazos en niñas y adolescentes (2018), entre los años 2015 a 2017 el Ministerio de Salud registró 65,678 inscripciones prenatales en niñas y adolescentes en edades de 10 a 19 años. De este dato, solo en 2017 se contabilizaron 19,190 adolescentes y niñas embarazadas; de ese total 781 casos corresponden a niñas de 10 a 14 años.
Por su parte el Observatorio de violencia de la Organización de Mujeres Salvadoreñas Por La Paz (ORMUSA), señala que según datos de su homólogo de Estadísticas de Género, de la Dirección de Información y Análisis, (DIA) del Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, de enero a diciembre de 2019 se cometieron 230 feminicidios. Una significativa disminución de 156 casos, equivalente al 40%, si se compara con 2018, donde se cometieron 386, sin embargo, es importante señalar que otros tipos de violencia contra las mujeres tuvo un comportamiento similar, tal es el caso de la violencia sexual y las desapariciones, las cuales incluso para 2019 mostraron un aumento y pasaron de 560 en 2018 a 676 en 2019, según reporte de la Oficina de Información y Respuesta (OIR), de la PNC.
Con una de las legislaciones más punitivas y estrictas en casos de aborto, otro ejemplo de estas deudas en materia de derechos es la situación que viven las mujeres, en su mayoría pobres, que tienen partos extra hospitalarios y emergencias obstétricas. Desde un sistema judicial que criminaliza a priori estas vivencias, se materializa en las más altas penas, generando además juicios mediáticos y sociales que las señalan con profundos elementos de discriminación siendo, en muchos casos, inocentes.
Las brechas salariales, de escolaridad, ciudades inseguras a razón del género y discriminación laboral, son solo otros ejemplos de lo que significa ser mujer en El Salvador. Lo cierto es que a pesar de esos avances mencionados, no se puede hablar de pleno ejercicio de las mujeres. Una sociedad que concentra diversas violencias contra las mujeres, no se basa únicamente en aprendizajes violentos, sino sobre una estructura de poder desigual entre géneros.
Por eso, cada ocho de marzo se deben puntualizar esas grandes deudas. Es una fecha que convoca a reafirmar las agendas de lucha diaria, es un ejercicio de visibilización de esa gran labor que muchas mujeres defensoras y organizaciones de defensa de derechos de las mujeres, han venido realizando a lo largo de la historia, sin bajar los brazos, sin desmayar en la marcha.
Que este ocho de marzo nos convoquen esas agendas y nos lleven al compromiso de la política pública acertada, que vaya modificando lo expresado a lo largo de este escrito.